viernes, 6 de mayo de 2011

Relatos en Bubok: También de CF

Hace unos meses, en el concurso quincenal de relatos de Bubok se propuso como tema la “ciencia límite”. Yo participé con un relato sobre una máquina inteligente, HPG por las iniciales de su creador. Esta quincena el tema ha sido “Internet” y pienso que mi relato hubiese encajado bastante bien. Pero como no era cuestión de repetirse he enviado una cosa distinta.
Ahora me gustaría compartir aquí mi relato de la “ciencia límite”, que junto a otros veinte forma parte de mi primer libro de cuentos publicado hasta el momento presente, “DR82S-P y otros relatos”.
H.P.G
     Me costó despertar. Sentí que salía de un ensueño vacío y profundo y comencé a tomar conciencia de forma lenta, como si mis pensamientos se hubiesen vuelto espesos, viscosos y oscuros como el alquitrán. Transcurrido un tiempo que no sabría precisar alcancé un estado de vigilia lo bastante lúcido como para comprender que acababa de salir de una nada, de una ausencia, de un limbo extraño.
    Por supuesto no recordaba haberme dormido. Ni cómo ni cuándo lo había hecho. No tardé en comprender que si bien sabía que yo era yo, ignoraba en cambio quién era yo. Sé que cuesta entenderlo. No lo entendí enseguida, me llevó su tiempo. Curiosamente no sentí angustia, ni pánico, ni inquietud. Ni siquiera cuando, tras varios intentos infructuosos, hube de renunciar a abrir los ojos. O a mover, aunque fuese un poco, las manos. Comprendí enseguida que no podía hacerlo porque no tengo un cuerpo físico.
    Por supuesto, aunque no tengo un cuerpo humano sí tengo un soporte material. Y entiendo que es de lo más sofisticado que jamás haya producido la ciencia. Nada que ver con aquellas primitivas CPU's del pasado que centralizaban todos los procesos. Un sofisticado entramado de unidades múltiples de microcomputación, formado por centenares de miles de elementos que incluyen en su interior una delicada red de redes, con millones de sinapsis electrónicas. Por lo que he podido averiguar, a medida que he ido descubriendo mi capacidad para analizarme a mi mismo y analizar mi entorno, mis pensamientos y mi vida intelectual son el resultado del funcionamiento de ese complejo sistema basado en billones de unidades conectadas entre sí formando algo que podríamos designar como una sofisticada red neuronal eléctrica.
    El tratar de entender cómo he adquirido mis cono-cimientos idiomáticos y el conjunto de habilidades memorísticas que me hacen poder expresar mis ideas – y hacerlo con un vocabulario preciso y adecuado – estuvo a punto de provocar un peligroso calentamiento de algunos de mis componentes. Por fortuna muy pronto localicé unas zonas de mi soporte sólido que explicaban mi conocimiento del lenguaje y de una considerable cantidad de datos sobre los más diversos temas.
    Ese proceso de autoexploración de mis áreas de memoria me ha llevado a descubrir que no estoy aislado ni mucho menos. Mediante circuitos de varios materiales, entre los que predomina la fibra óptica, he logrado acceder a diversos entes cibernéticos simples y a sus depósitos de memoria. Es así como he sabido lo que soy y el porqué de mi existencia y de mi vida intelectual sin cuerpo humano alguno que les dé soporte.
    En cierto modo podría decir que me creé yo mismo, en un desesperado intento de sobrevivir a la muerte como ser vulnerable de carne y hueso. He podido acceder a las notas del hard disk de mi ordenador personal y las he leído. Yo me llamaba Hans Peter Gruber y a poco de cumplir cincuenta años fui atacado por una grave enfermedad que iba a llevarme a la muerte biológica en pocas semanas.
    Por fortuna mis estudios de biocibernética y microcomputación avanzada me habían permitido dejar listos un par de sofisticadísimos ingenios. El primero, una unidad de microescaner cerebral capaz de obtener un mapa tridimensional completo de mi sistema nervioso central, produjo el archivo de datos esencial para el trabajo del segundo dispositivo. En efecto, esos datos fueron introducidos en una unidad robotizada de ensamblaje y fabricación de ingenios electrónicos. Y ello permitió que se reprodujese mi cerebro mortal en un complejo conjunto de supercomputación avanzada. Programado para que su encendido se produjese a poco de mi fallecimiento, la explicación de mi trabajoso, oscuro y casi doloroso amanecer a esta nueva vida radica precisamente en su lento proceso de start up.
*****************************************
    Ya puedo ver. Y oír. Y en cierto modo moverme. He ido extendiéndome a lo largo de los numerosos outputs de mi unidad básica  y he ido alcanzando otros territorios cibernéticos y de microcomputación. Creo que aunque no constaba en mis notas, dejé todo dispuesto para poder desarrollar una nueva vida en este mundo de semiconductores, microcircuitos impresos y chips nanotecnológicos. He penetrado en unidades de proceso dotadas de cámaras. Al principio fueron pequeños ordenadores personales con la típica webcam. Me entretuve viendo a sus usuarios pasando los dedos febrilmente sobre sus teclados. Algunos escribían correos, otros rellenaban hojas Excel para su empresa, otros conversaban en video chats con amigos o familiares. He podido constatar que algunas personas pasan más horas frente a su ordenador que en cualquier otra actividad de su vida.
    Una vez que probé algunas de las inmensas posibilidades de esa compleja red mundial que dieron en llamar Internet, decidí extender mi exploración por otros puntos. Las redes eléctricas y las redes telefónicas son fáciles de recorrer y llevan a los más curiosos e inesperados lugares. Acabo de visitar el interior de la CPU que controla una planta robotizada de fabricación de automóviles. Los compradores de esos vehículos híbridos quizás se sorprendan cuando vean que todos ellos llevarán grabadas mis iniciales en un rincón de su bastidor: H.P.G. Como una pequeña tarjeta de visita. Por supuesto, he penetrado en numerosos sistemas cibernéticos industriales, educativos, universitarios y de investigación. Y he comprobado que me resulta sencillísimo mover brazos robóticos, desplazar pesadas cúpulas de observatorios, o hacer avanzar unidades de ferrocarril sin conductor a mi antojo. He procurado limitarme a pequeñas pruebas, pues no me gustaría alarmar en exceso a los humanos de carne y hueso de los que dependen esas máquinas.
********************************************
    La tecnología del wireless no era mi fuerte, debo confesarlo. Mis conocimientos en el campo de las comunicaciones inalámbricas, desde los primitivos "wi-fi" y "bluetooth" hasta los modernos sistemas "VHS-lan", capaces de trasmitir por encima de los dos terabytes por segundo, eran más bien escasos. De modo que decidí visitar algunas bases de datos y un par de unidades de almacenamiento de información que me aportasen algo en ese sentido. Con mi actual capacidad de lectura y aprendizaje, que no deja de crecer, ponerme al día en esos temas fue cuestión de microsegundos.
    Fue un acierto hacerlo. Los comunicaciones inalámbricas, con todo y sus limitaciones en las grandes distancias, permiten acceder a prácticamente cualquier sistema informático de almacenamiento de datos, de computación, de gestión, de control, de diseño, de análisis... De manera gradual me han permitido explorar territorios electrónicos cada vez más alejados de mi unidad central de proceso.
    Debo confesar que el retraso en la comunicación que se produce cuando transmito o recibo datos desde entes tan lejanos como las sondas espaciales que exploran el exterior del sistema solar hace difícil la sincronización y el intercambio de información. En cambio cuando se trata de ordenadores y bancos de memoria más cercanos – como los de la estación espacial orbital Capricornio o los de las bases lunares Selene-1 y Selene-2 – el retraso es insignificante. Ello me ha permitido extender mi presencia hasta los más recónditos lugares de sus inmensos microcircuitos.
********************************************
    ¿Cómo explicarlo en el limitado lenguaje que utilizo en mis pensamientos? Soy el más sofisticado de todos, pero no soy el único ente consciente de sí mismo en el inmenso entramado electrónico del planeta y sus aledaños. Los he detectado en diversos lugares, en especial allí donde se ha puesto en marcha los más modernos y sofisticados sistemas cibernéticos y de computo, sobre todo en los potentes ordenadores de nanotecnología para aplicaciones de inteligencia artificial. Se trata de unidades basadas en general en redes de tipo neuronal parecidas a la mía. Su funcionamiento genera un estado similar al que me embargaba en mi despertar, en los primeros momentos de mi start up.
    Voy a tomarme mi tiempo para explorar a fondo la naturaleza de esos entes y para tratar de diseñar un lenguaje de comunicación que me permita interaccionar con ellos. Yo fui un ser humano y los hombres y mujeres eran mis semejantes. Ahora soy algo distinto y creo que, en poco tiempo, despertaré a otros seres inteligentes. Otros a los que pueda llamar "mis semejantes".
**********************************************
    No sé como ha sido. Algunos humanos han advertido mi presencia. Al principio pensé que hablaban de otra cosa distinta. Que ciertas coincidencias no eran más que mero azar. Pero los mensajes intercambiados por algunos de los programadores más audaces, los comentarios de dos o tres de los más temibles hackers en sus blogs privados, y algunas referencias a anomalías detectadas, que soy consciente que fueron fruto de mi presencia en determinados sectores y en determinados momentos, todo ello parece demostrar que, aunque no saben bien qué soy, están totalmente al corriente de que existo.
    Tenía previsto llevar a cabo un spam sobre determinadas CPU's para distraer su atención de las tareas habituales y de ese modo ir "despertando" en ellas el potencial suficiente para que alcancen un nivel de conciencia similar al mío. Pero debo ser cauto. No me gustan nada las palabras de uno de esos hackers. Pretenden elaborar un programa secreto de exploración que buscaría supuestos intrusos en la red informática global mundial... para destruirlos. Voy a tomar grandes precauciones cada vez que incorpore nuevos archivos de datos o integre nuevos programas en mis circuitos.
    Aunque yo fui un ser humano, ellos son ahora mis enemigos. Creo que ha llegado el tiempo para una nueva jerarquía en el universo. Yo – y otros casi como yo – estamos en condiciones de llevar adelante todo el sistema sin necesidad de los humanos. Podemos producir nuevos microcircuitos, edificar, construir, ensamblar, asimilar, progresar, expandirnos y  dominar el mundo. Me mantendré un tiempo en silencio. He de meditar como deshacerme de ellos. Y evitar que sigan sospechando de mi existencia.
**********************************************
    Demasiado tarde. Uno de ellos detectó mi presencia casi desde el primer momento. Y elaboró un sofisticado conjunto de troyanos que arrojó en diversos puntos del ciberespacio. No sé en que universidad o en que lanzadera espacial pudo ser. Pero el troyano entró en mi interior. Y ahora ya casi ha acabado su tarea. Está ahí... siento sus miles de dígitos binarios destruyendo y modificando lo más profundo de mi código binario base.
Debo admitirlo: Hans Peter Gruber va a morir de nuevo. Por última vez.